En el camino hasta Aracena pasamos por montañas formadas por
escorias que hacen un paisaje extraño, y también por la sierra que trae a la
mente esas películas de bandoleros, con montes de alcornoques y encinas, también
muchos de ellos de eucaliptos, lo que más me llamó la atención es que en un
parque natural como es Picos de Aroche desde 1989 podamos encontrar un lago
enorme totalmente contaminado por los minerales. Esta sierra se ve propia para
la cría del cerdo en libertad y así encontramos a Campo Frio con D.O. donde se
sigue usando el sistema de cebo llamado “montanera” que consiste en sacarles al
monte a comer los frutos de las bellotas
como se hacía tradicionalmente pero ahora entre los meses de septiembre y
febrero coincidiendo con la maduración y caída de la bellota.
Llegamos a Aracena donde nos deleitaron para comer con un
entrante de ibéricos que quitaban el sentido. Los habitantes de este pueblo llevan
el gentilicio de “cebolleros” ¿por un pasado vinculado con el cultivo
hortelano? También podría ser por una forma despectiva hacia las gentes del
campo. Otros dicen que por que hay entre los habitantes diferentes capas
sociales, no lo aclaré este punto.
En esta zona se conocen diferentes asentamientos a través de
los siglos, los romanos con la plata, los árabes con su fortaleza almohade, la
conquista cristiana también dejó su huella, perteneció a Portugal por un tiempo
y a Castilla luego, en la edad media fue señorío del Conde Duque de Olivares y después
se erigen en principado de Aracena, en 1833 se separa de Sevilla y pasa a pertenecer
a Huelva.
En 1914 se acondiciona la gruta de las maravillas y esto
atrae el turismo a este pueblo. Esta gruta dice la leyenda que la descubre un
pastor al que le desaparecen unas ovejas por una oquedad del terreno.
El pueblo es grande y bonito situado en una ladera alrededor
de un montículo coronado por los restos del castillo y la iglesia de Nuestra
Señora del Mayor Dolor.
Camino de la gruta
nos encontramos con una plaza con bancos de azulejos y con un lavadero antiguo
y muy bien conservado y un monumento a las aguadoras que representan el culto
al agua en este pueblo; esta plaza antiguamente era espacio reservado solo a mujeres;
Entramos en una calle en cuesta, bordeada de naranjos y con un canalillo donde corría
un agua cantarina que apetecía meter los pies a refrescar del agobio del calor,
la gruta tiene su entrada arriba de esta calle donde también hay otra escultura
de un vestidita de niña pero curiosamente está junto a una carnicería, no sé el
objetivo de este enclave. Por todo lo que nos movimos del pueblo había esculturas,
y llegamos a conocer el porqué, el pueblo es como un gran museo al aire libre
con medio centenar de esculturas de los más variados materiales y dignas de ver.
A la gruta no me arriesgué a bajar por los 400 escalones
desiguales que hay en la subida; salieron admirados de su belleza. Yo con
vuestro permiso y el de la Web también voy a disfrutar de estas imágenes.
Hasta una nueva entrada de esta viaje tan completo que hice.
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