El edificio donde está en museo
en su día fue el hospital de la empresa Rio Tinto Company fundado para atender
sanitariamente tanto a los empleados españoles como al personal británico,
incluso a los agricultores de la zona que no tenia medios para pagar esos
gastos, se reservaban unas camas para ellos llamadas “camas de gracia”.
El museo actualmente lleva el
nombre de Ernest Lluch que fue su presidente; tras ser asesinado por ETA se le
puso su nombre y a la plaza donde se ubica este museo también.
Dentro de este museo se hizo una reconstrucción
de una mina romana dando a conocer las diferentes maneras de trabajar dentro de
la mina. Normalmente eran esclavos los que trabajaban en penosas condiciones y
por las emanaciones acababan ciegos; este modo de trabajo está representado por
figuras de cartón piedra que te suelen dar algún que otro susto al encontrártelos
en la oscuridad.
En la sala dedicada a los romanos
hay enterramientos curiosos, junto con el difunto enterraban una probeta o
lagrimal con las lágrimas de los familiares para la sed del difunto.
Nos presentan innumerables piezas
relacionadas con la minería, la metalurgia, la arqueología, alfarería, curiosas
herramientas y unos cascos elaborados de cartón, ¿eficaces? No lo sé hasta qué
punto pero dicen que te los colocabas, se mojaban y adquirían la forma de la
cabeza; eran el sistema de protección que tenían por entonces.
Hay un apartado de antiguos
artilugios de comunicación. Otros que se refieren al tren que fundan para sacar
los materiales al puerto.
Una de las piezas joya del museo
es el vagón del Maharajá, es el más lujoso del mundo y fue construido para la
reina Victoria de Inglaterra en el siglo XIX para un viaje a la India nunca
realizado, y traído a Riotinto para agasajar al rey Alfonso XIII en su visita a
las minas. Es de maderas nobles y sus asientos son de dos formas; fijos y
reclinables, los fijos para las damas y los reclinables para los caballeros
(machismo puro y duro).
Luego de ver el museo hicimos un
paseo de 12 kilómetros por la mina, pasando por puentes y túneles, antiguas
estaciones olvidadas, siempre al lado del rio Tinto y rodeados de un paisaje fantasmagórico,
como de otro planeta con caprichosas formas de las escorias que forman montañas,
el paisaje desolador a pesar de los esfuerzos por reforestarlo. Pasamos por un
lugar que parece un cementerio de vagones, vagonetas y maquinas a vapor pero
que ahora están en vías de restauración
En la estación “Las Zarandas” el
tren hizo un alto para cambiar la máquina para el regreso; en esta parada nos
acercamos al rio con la advertencia de no mojar la ropa pues esta agua hace el
efecto de la lejía; en otros tiempos las mujeres la usaban para darse en las piernas
para retrasar la salida del bello y también para problemas de soriasis.
Cuentan con una maquina a vapor
del siglo XIX que conservan en buen funcionamiento llamada “Gilda”, cada primer
domingo de mes hay una asociación que la saca para hacer el recorrido y
mantener a punto.
Foto de la web
En todo el recorrido un guía nos
va explicando lo que tenemos al alcance de la vista y resultó ameno y didáctico
el trayecto. Contaba que cuando el tren iba cargado de mineral su velocidad era
casi nula, le daba tiempo al maquinista a bajarse y llenar el botijo en una
fuente y regresar al tren, todo esto en marcha.
Amig@s, dejo Aracena, donde
comimos para una nueva entrada.
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