Querid@s amig@s, esta fue una escapada de doce días y muy
bonita, a parte del motivo por el que íbamos que era restaurar un poco el
segundo piso de la casa que tenemos allí y que nos proporcionó agujetas hasta
en las ideas.
Nos encontramos con este entorno tan magnífico para el
visitante y tan triste para los que tenemos bajo esas tan en apariencia
apacibles aguas unos sentimientos sumergidos que hacen que tengamos el corazón
en un puño y el alma rota y dolorida.
Nos deleitamos con buenos potajes hechos en pota como antaño
y que nunca habíamos comido por qué papá era reacio a cocinar así por si los
peques nos quemábamos; degustamos unos chorizos criollos de los que hacen en
Riaño, a la brasa que quitaban el sentio.
Nuestro “guertin” como le llamábamos (pequeño jardín a la
puerta de la casa) nos recibió con esta y otras peonias dándonos la bienvenida
alegres.
La era de detrás de casa tenía puestas sus mejores galas con
un verde en todas sus tonalidades y las humildes florecillas brotando por
doquier en un coro de lozana vida.
Como colofón de tanta emoción teníamos la fiesta del Corpus
que yo no había estado presente desde el año 1970, como entonces y aunque con
las fuerzas más mermadas pero igual de ilusionadas fuimos por el campo recogiendo
flores; la blanca “cirisuela” que deleita además de la vista por su hermosura también
el olfato por su aroma a miel recién recogida y los amarillos “zapatines”; con
estas flores confeccionamos los jarrones que decoraban el pequeño altar al Niño
Jesús y también el pórtico de la iglesia.
La procesión fue emocionante, ¡sentirme una más de la
comitiva después de tantos años! y disfrutar del tañer de las campanas al vuelo
que lanzaban sus notas al viento dirigidas a chocar con las altas montañas
rocosas devolviendo ese sonido en una armonía inigualable; esto hay que vivirlo
porque es inexplicable, pone a una la piel de gallina. El pendón, emblema de la
iglesia como antaño lo fue del ejército, portado por un fuerte mozo desplegó su
gallardía al viento así como los estandartes con los que les tocó luchar a las
mujeres, aguerridas montañesas.
Los niños esparcían pétalos y florecillas del campo para que
el Santísimo bajo ese palio recién restaurado paseara gustoso por las calles
del pueblo.
De vuelta a la iglesia y la bendición ante la imagen del Niño Jesús
que tan querido nos es y al que tanto veneramos en el pueblo.
Este es un humilde homenaje a mi querido Burón, mi cuna y la
de mis antepasados y como podéis ver mis querid@s amig@s ni el pantano, ni los
reveses de la vida, ni la emigración forzada de todos nosotros puede romper
esas costumbres ancestrales, Burón es un pueblo VIVO Y QUERIDO por que todos
nosotros hacemos que viva y hacemos por que las generaciones que llegan lo
lleguen a querer como nosotros lo queremos.
Besotes amig@s y hasta pronto, espero que os guste mi
reportaje.
Hola Mirva :
ResponderEliminarPero por supuesto que me ha gustado tu reportaje!!
Tu relato fantástico y la serie de fotos hace que sienta que estuve allí y en tu compañía !!
Gracias por compartir lugares y vivencias con nosotras! un beso y hasta prontito.
Hola Mirva precioso reportaje fotografico y tu relato entrañable ,pasa un buen fin de semana y se feliz
ResponderEliminarUna maravilla de reportaje, de tu querido pueblo y sus alrededores llenos de flores y de sus fiestas del Corpus, el pueblo se le ve muy bonito,no me extraña que disfrutes en el,y con tu familia. Besitos Juli
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